Las gemelas de Pocitos(Uruguay)


Una noche calurosa de noviembre a principios de los años 70, un joven se hallaba estudiando en su apartamento de Pocitos, en Bulevar España casi la Rambla. Mientras repasaba sus lecturas junto a un compañero de estudios, tocan a la puerta. El reloj marcaba las 12 en punto, una hora inusual para recibir visitas, por lo que el dueño de casa quedó extrañado.

A través del visor de la puerta, sin embargo, aguardaba un niña de siete u ocho años, de rostro dulce y aspecto inocente, llevando un vaso vacío entre sus manos. Luego que el joven abriera la puerta sin dudar, la niña le pidió en tono suave un poco de leche. Ella aguardó en la puerta durante unos segundos, mientras el dueño de casa llenaba el vaso, agradeciendo posteriormente y retirándose.

A la noche siguiente, el estudiante volvió a reunirse con su amigo para continuar con los estudios. Al caer la medianoche la puerta volvió a sonar con puntualidad implacable, preludio de la aparición de la niña de la noche anterior, que se repitió en esta ocasión con la exactitud de un calco. Llevaba el mismo atuendo, un vestido blanco con puntillas, y volvió a pedir un vaso con leche con muchísima amabilidad. El joven sintió esta vez un cierto cosquilleo incómodo, pero apenado ante la situación la invitó a pasar. Al verla sentada en un sillón de su hogar, con expresión desamparada, el estudiante se animó a preguntar el por qué de sus visitas tan tardías.


Con total simpleza, la niña respondió que vivía un piso más arriba pero que allí, por cierto, no tenían leche. Terminó el vaso, aclaró que debía retirarse y abandonó el lugar una vez más. Al día siguiente, el joven decidió comprar un par de botellas de leche y llevarlas directamente a la niña misteriosa y nocturna que vivía en el piso de arriba.

Eran 2 apartamentos por planta, por lo que al tocar el timbre del primero una mujer le explicó que probara en la puerta de al lado, donde vivía una niña de características similares. En el segundo apartamento atendió una chica de unos 12 años, muy parecida a su cordial visitante nocturna. Al ser preguntada al respecto negó tener una hermana, pero el joven, convencido de las semejanzas e instigado por lo sucedido en las tres noches anteriores, volvió a insistir. La pequeña comenzó a ponerse nerviosa y llamó a su madre. Cuando el joven explicó la situación, la reacción no pudo ser más inesperada: la mujer se abrazó a su hija y comenzó a llorar del mismo modo. Le pidió al estudiante que aguardara unos segundos y volvió a introducirse en la casa. Cuando regresó, tenía una fotografía entre las manos: en ella, podía verse a la mujer un hombre y dos niñitas exactamente iguales. El joven reconoció al instante el rostro y se sobresaltó al ver el vestido blanco con puntillas. Sólo tardó un instante en recomponer las piezas del puzzle, y pudo anticipar el relato de la mujer. El mismo día en que habían sacado la foto, la niña del vestido blanco -la visitante de la medianoche- había muerto, dejando a su familia inundada de tristeza.


El joven, aterrado, pidió disculpas y volvió al apartamento. Llamó a su compañero de estudios, le contó la historia y le pidió que lo acompañara esa noche. Cuando llegó, ambos se dedicaron a la lectura sin olvidar por un momento la marcha inevitable del reloj hacia la medianoche. A las doce en punto la puerta sonó como de costumbre, pero potenciada por el clima enrarecido pareció resonar más fuerte que nunca. El estudiante, conociendo la historia macabra que se escondía detrás de su visitante, prefirió mirar por el visor antes de decidirse a abrir. Del otro lado, sin embargo, no había nadie. Abrió la puerta inquieto y halló a sus pies el vaso, el mismo que la niña llevaba día tras día, sólo que esta vez podía ver un papel enrollado dentro. Al desdoblarlo, el joven pudo leer una simple palabra: “¡Gracias!”. De tanto en tanto, incluso hoy en día, algunos habitantes del edificio se sobresaltan cuando sienten el timbre a medianoche y se enfrentan a la presencia amigable de una niñita de blanco, que recorre los pasillos culminando un paseo inconcluso de 35 años atrás.



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