Espectrograma de "Bloop" |
Contrariamente a lo que puede parecer, el fondo del mar es un lugar bastante ruidoso. A los sonidos originados por los peces y mamíferos que habitan allí desde hace millones de años, se han sumado los que producen los ingenios creados por un mono con poco pelo conocido familiarmente como “hombre”. Los submarinos, por ejemplo, pueden ser detectados e identificados por el tipo de sonidos que emiten, a pesar de que sus constructores se esfuerzan todo lo posible por construirlos lo más silenciosos posibles.
La NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) es la agencia del gobierno estadounidense que se ocupa de coordinar y realizar todas las investigaciones relacionadas con los océanos y la atmósfera de nuestro planeta.
Entre todos los proyectos que desarrolla, se encuentra uno, bastante curioso, que se encarga de investigar los volcanes submarinos y otras fuentes térmicas que tienen algún efecto sobre las temperaturas de los océanos. Este programa, que denominan “Vents”, dispone de un arreglo de micrófonos submarinos (hidrófonos) distribuidos a lo largo y lo ancho de los océanos, anclados al fondo del mar. Las malas lenguas dicen que EE.UU. además utilizaba los datos recogidos por esos hidrófonos para detectar submarinos y esas cosas, pero lo cierto es que hoy se utilizan básicamente para fines científicos, monitorizando movimientos telúricos y los sonidos de la fauna marina.
En el verano de 1997, los micrófonos ubicados en el Pacífico ecuatorial captaron un sonido submarino extraño. En primer lugar, lo que mas llamó la atención de los científicos fue su inusitada potencia. Se sabe que los sonidos se transmiten mejor en un medio líquido, como el mar, que en uno gaseoso (como la atmósfera). Pero aún así, este sonido fue registrado por sensores que se encontraban separados por miles de kilómetros. Luego de hacer algunos cálculos, los investigadores determinaron que el evento tuvo origen en las inmediaciones de las coordenadas 50° S 100° W, frente a las costas del oeste de Chile.
Asombrados e intrigados por sus características, analizaron la señal sin poder reconocerla. Se efectuaron concienzudos estudios, incluyendo su digitalización y comparándola con las inmensas bases de datos de sonidos submarinos recopilados a lo largo de la Guerra Fría. No hubo coincidencias: nunca se había registrado algo así. Finalmente, decidieron darle un nombre onomatopéyico: Bloop. La señal, si bien tenía algunas características en común con los sonidos que emiten algunos por animales marinos, fue mucho más potente que cualquiera de los conocidos. Ni siquiera una ballena azul puede generar semejante ruido. Si fue un animal el que lo produjo, tuvo que ser algo realmente inmenso.
Cuando algo así ocurre, los amantes de las conspiraciones y lo “oculto” salen de las sombras y comienzan a tejer las conjeturas más alocadas. En este caso, lo obvio fue especular sobre monstruos submarinos. Algunos candidatos fueron dinosaurios resucitados, extraterrestres originarios de planetas acuosos, bestias de las profundidades “a lo Cthulhu“ o incluso calamares colosales gritando como Tarzán.
La última opción era, dentro de todo, la más razonable. Sin embargo un biólogo marino de la Universidad de Boston, Phil Lobel, advirtió que los cefalópodos no poseen ninguna cavidad llena de aire con que pudieran producir un sonido como este. Al menos, los que conocemos. Como sea, Lobel repitió a todos los que quisieron escucharlo que el origen del sonido era, con toda probabilidad, biológico.
Han pasado más de catorce años, y seguimos sin saber a ciencia cierta de qué se trató aquel Bloop. Se ha escuchado la cinta a diferentes velocidades, de atrás hacia a adelante y todo lo que te puedas imaginar. Resultados concretos: cero. Por eso hemos puesto a tu disposición la grabación original, a ver si te suena a algo conocido. Si es así, no dejes de avisarnos, para que podamos volver a dormir tranquilos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario