Tan sutil como un árbol volador


Resulta difícil categorizar un árbol como artefacto, y hasta el relato de un árbol fuera de sitio se escapa a las miras de este trabajo. Sin embargo, el grado de "fuereza de sitio" (si se me permite la expresión) de este fenómeno desafía la categorización.

El incidente en cuestión, que nos hiciera llegar el colega Dr. Óscar Padilla Lara, se produjo el Jueves Santo del año 1985 en el Cerro del Tablón, situado en la población guatemalteca de Barcenas, municipio de Villa Nueva. A eso de las 11 a.m., Andelino Hernández y Miguel Aguilera ocupaban un puesto de radio de emergencia en la cima del Cerro del Tablón, coordinando las operaciones de varios equipos enfrascados en labores de rescate.

Aguilera se apercibió de "un número de puntos pequeños" que volaban en círculo a una altura considerable. A través de un par de prismáticos, quedó sorprendido al ver que los puntos en cuestión eran de hecho azacuanes, buitres de la ruralía guatemalteca. Tal era el número de buitres que resultaba imposible contarlos. Pero más sorprendente aún era un objeto cilíndrico a mayor altura, aparentemente en el centro de la circunferencia formada por las aves de rapiña.

Aguzando los ojos al máximo, Aguilera emitió un grito sofocado. El objeto cilíndrico, cada vez más claramente definido en las lentes de los prismáticos, se acercaba de forma amenazante. Se trataba del enorme tronco de un árbol que lanzaba fuego por las raíces.

El atónito espectador informó a su compañero que un enorme árbol en llamas se dirigía justo hacia ellos. El otro hombre pensó que su amigo bromeaba hasta que miró por los prismáticos. Según el testimonio de Aguilera, tanto él como su compañero se sintieron anegados de temor en lo que el tronco en llamas -visible ahora a simple vista, y dejando una estela de humo negro a su paso- alcanzaba su velocidad de llegada. El proyectil de madera se dirigía nítidamente hacia la desguarecida colina, y no había escape.

De repente, una fuerza invisible se adueñó del objeto para frenar su alocado descenso. "Era como si una mano invisible lo guiara... permaneció inmóvil por algunos segundos, y fue a caer en un barranco no muy lejos de nuestro campamento," informa el testimonio.

A estas alturas, más trabajadores de rescate se habían unido a los dos operadores de radio y se realizó una misión de búsqueda hacia el supuesto lugar de impacto. La inspección cercana reveló que el tronco del arbol era verdaderamente enorme (cinco metros en diámetro) y que el árbol tenía restos de hierba, tierra y follaje envueltos alrededor de sus raíces, que seguían ardiendo. Este hecho convirtió la misión en una operación improvisada de lucha contra incendios para evitar una conflagración general.

La pregunta sin respuesta para los trabajadores de rescate era, obviamente, de dónde pudo haber venido semejante objeto.

Aguilera especuló que la "levitación electromagnética" producida por el paso de un OVNI (se habían producido avistamientos en la zona) pudo haber creado un torbellino lo suficientemente poderoso como para arrancar el gran árbol de la tierra e incendiarlo con la "radiación" de la supuesta nave espacial. En vista del altísimo cociente de alta extrañeza del fenómeno, es posible que su teoría fuese tan buena como cualquier otra.



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