Por la módica suma de 50 mil pesos, el remisero Javier Pelourson afirma ser capaz de hacer llover o de frenar una tormenta. Algunos productores agrícolas de Ramallo, Pergamino y San Pedro están convencidos de que las lluvias de los últimos días, que contribuyeron a aliviar la severa sequía de la provincia de Buenos Aires, fueron obra de los poderes que manifiesta tener este peculiar personaje.
Antes de aprender a hacer llover, Javier descubrió que tenía el don de detener a las tormentas. En el único artículo de su blog, Pelourson cuenta (alternando el uso de la primera y la tercera persona de manera confusa) que en 1997 se aproximaba una fuerte tormenta sobre Pergamino y que nuestro protagonista “sintió la necesidad de reducir su intensidad”, lo que consiguió con una técnica desarrollada por él mismo, y que tardó unos cinco años en perfeccionar. A partir de entonces “decidió que la técnica debía conocerse y se enviaron e-mails a todos los servicios meteorológicos del mundo donde hubo varios que les interesó la novedad, y dijeron que lo iban a estudiar”.
Los detalles de la técnica, por cierto, son algo desconcertantes. Javier explica en su blog que “la técnica es un conocimiento que le fue revelado sobre cómo se puede reducir la intensidad de un fenómeno climático extremo”, sin mencionar quién le reveló dicho conocimiento, aunque se sospecha cierta participación divina. También asegura que “no se necesita ninguna tecnología o herramienta mecánica o industrial para la aplicación de la técnica”, que lamentablemente cuenta con un escollo importante: parece que sólo Javier -y nadie más que él- tiene el poder para aplicarla en cualquier lugar del planeta.
Lo cierto es que según se mencionó a mediados de enero en el diario La Nación, los diez milímetros de lluvia que cayeron en San Pedro hace un par de semanas fueron el resultado de los trabajos realizados por Pelourson durante los días anteriores, quien se comprometió a hacer llover un mínimo de 50 mm mensuales hasta el mes de marzo inclusive. Por ejercer sus poderes, el autodenominado “cazador de tormentas” cobra una suma que se niega a mencionar abiertamente, aunque de acuerdo a lo publicado en el diario Crítica, “es vox populi en Ramallo que por su don cobra 50 mil pesos cada trabajo”.
Al ser entrevistado por este último diario, Javier Pelourson declaró que su actividad no está reñida con la Ciencia (”me baso exclusivamente en la información del Servicio Meteorológico Nacional, esto no es imaginación mía”), pero parece que sin embargo él no le tiene mucha confianza (”todos conocen que los pronósticos están errando, entonces es cuando uno tiene que hacer su trabajo tomando el pronóstico meteorológico nacional para darle credibilidad al trabajo.”)
Una característica que distingue a nuestro “cazador de tormentas” es su disposición para aportar múltiples testigos de sus prodigios, con pelos y señales. En la lista de su blog figuran personas de cada lugar en donde Javier ha puesto en acción sus talentos, y se menciona por ejemplo a la empresaria Pochita de La Granja o al farmacéutico Omar López de Pergamino, incluyendo hasta sus números telefónicos para convencer a los escépticos que no crean en las palabras del propio Pelourson.
La cantidad que cobra Javier por su trabajo se justifica con el enorme esfuerzo de voluntad y de fe que tiene que realizar para cumplir con lo pactado, tal como escribió Eduardo Campos en el blog Noticias de San Pedro en noviembre de 2008, cuando se comprometió a hacer llover en esa localidad y estuvo a punto de fracasar: “los pesitos sampedrinos que debe haberse llevado a Pergamino le han costado bastante sufrimiento, los días pasaban y pasaban y de la lluvia ni noticias. El muchacho andaba como seco de vientre para la misión encargada, hacía fuerza y aparecían nubes, hacía más fuerza todavía y aparecían relámpagos, cerraba los ojos y fruncía… el ceño y se oían truenos, pero agua ni de casualidad. Hasta que casi vencido el plazo el pobre Javier pudo respirar en el asiento delantero izquierdo de su remisse y gritar ¡Eureka!”.
Javier Pelourson no es la primera persona -ni tampoco la última- en asegurar que puede hacer llover recurriendo a métodos no tradicionales. Hace un tiempo mencionamos a Charles Hatfield y su químico “acelerador de humedad”; incluso en Argentina existe el antecedente del ingeniero Juan Baigorri Velar y su máquina de ondas electromagnéticas, sobre el que en algún momento les contaremos su historia. Claro que nuestro “cazador de tormentas” los supera ampliamente ya que no necesita aparatos ni sustancias misteriosas para dominar a las lluvias según su voluntad.
En nuestra opinión, todavía no estamos convencidos sobre qué cosa resulta más increíble: si los supuestos poderes sobrenaturales del remisero de Pergamino, o el hecho de que exista gente dispuesta a pagar una cantidad tan disparatada de dinero para que efectúe su “trabajo”.
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