Los dips son una raza de criaturas diabólicas surgidas del Infierno, emisarios del Demonio, que asolaron las tierras catalanas, y, especialmente, los alrededores del pueblo de Pratdip (cuyo nombre significa, según la tradición, Prat del dip o Prat dels dips; o sea Prado del dip o de los dips). Este pueblo se halla, para más información, en la comarca del Baix Camp, en la provincia de Tarragona, España.
Cuenta la leyenda que los dips eran una especie de perros negros, malvados y peludos, que actuaban sólo de noche, y que atacaban a hombres y bestias por igual, haciendo estragos con ellos, pero luego se limitaban a chupar la sangre de sus víctimas para alimentarse. Un hecho, éste, que les dio su fama de perros-vampiro. Entre sus víctimas solían haber borrachos noctámbulos y se dice que esta leyenda sólo pretendía asustar los alcohólicos del pueblo y evitar así que se dedicaran a beber más de la cuenta.
Como tantas otras criaturas surgidas del Infierno, estos perros-vampiro tenían la particularidad de tener una pierna más corta que las otras, por lo que eran cojos.
Nadie los vio nunca realmente. A veces seguían a los arrieros durante la noche, y esos hombres, aterrorizados, sólo distinguían, entre la oscuridad, unos ojos feroces y diabólicos que los escrutaban. No se sabe de nadie que capturara o matara a uno, pero en algún momento del siglo IX, simplemente desaparecieron para siempre. Dice la tradición que finalmente fueron convertidos en piedra por la intervención de la Virgen.
Pero según cuenta la leyenda, no todos los dips murieron aquella noche, y todavía hoy se escuchan sus aullidos en el viento.
La leyenda data, como mínimo, del siglo XVI. En el retablo de Santa Marina de Pratdip, del año 1602, ya se ven imágenes de estos oscuros perros-vampiro. También aparecen en otro retablo de 1730 recortados sobre un fondo de oro. En este último, se los representa con la cola levantada y una lengua roja que sale de una amenazadora boca, confiriéndole un aspecto diabólico. También se lo utiliza en el sello municipal desde el año 1700. Y el escudo del pueblo está presidido por unos de estos perros. En la actualidad, en la entrada de Pratdip hay un monumento a este ser, pero tal como está representado hoy en día, tiene una imagen muy amable.
A causa de su sed de sangre, el dip sirvió para inspirar al escritor catalán Joan Perucho, que, en su novela Les històries naturals (Las historias naturales) (1960), relata la historia de Onofre de Dip, un vampiro con la capacidad de transformarse en muchos animales. La parte central de la obra transcurre en Pratdip a inicios del siglo XIX, en plena Primera Guerra Carlista, y el dip en realidad es un embajador de Jaime I el Conquistador que 700 años antes había ido a los Cárpatos en misión diplomática y allí había sido atacado por una noble vampira.
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