El Holandes Errante

Las leyendas de barcos fantasmas siempre han estado presentes entre los mitos de los marineros.

Adentrarse en el océano, o en peligrosos mares siempre ha causado temor al hombre. Los motivos son evidentes, el desconocimiento de un medio hostil y en muchas ocasiones con final indefinido, que la vida dependa de factores incontrolables, así como la conocida existencia de animales marinos que superaban en tamaño a todo lo conocido en tierra firme, provocaba que hasta el más audaz temiese por su vida cuando llevaba semanas o incluso meses a bordo de un barco sin más vista que el horizonte.

Junto a los mitos sobre monstruos marinos o tormentas que destruían embarcaciones apareciendo de la nada, había un terror que parecía influir con mayor fuerza en la valentía de los marinos: los barcos fantasma. Buques sin otra tripulación que los fantasmas de los marineros que perecieron en el barco mientras navegaban, almas en pena destinadas a surcar los mares eternamente por haber osado enfrentarse con la fuerza de las aguas y subestimar su poder.

La historia del Holandés Errante es una de las más famosas y quizá de las más antiguas leyendas del mar, ya que circula desde hace, por lo menos, 500 años. Su origen es incierto y guarda gran similitud con otros mitos que únicamente contienen algunas variantes lo que hace pensar que pueda ser incluso anterior a Cristo. Incluso antes de que inspirase a Wagner su ópera «Der Fliegende Holländer», la leyenda del Holandés Errante era conocida por innumerables generaciones de marinos de todo el mundo.

La versión más conocida de la historia del Holandés Errante habla de un tal capitán Van der Decken, cuya nave fue atrapada en una terrible tormenta cuando doblaba el cabo de Buena Esperanza. Los pasajeros, aterrorizados, rogaron a Van der Decken que se refugiara en un puerto seguro o que, por lo menos, arriara velas a intentara capear el temporal, pero el enloquecido capitán se rió de sus súplicas y, atándose al timón, comenzó a cantar canciones sacrílegas. La tripulación también se alarmó por la conducta de su capitán e intentó hacerse con el control de la nave, pero el intento de motín fue sofocado cuando Van der Decken arrojó a su líder por la borda, mientras los aterrorizados pasajeros y la tripulación se encomendaban a Dios.

En respuesta a sus plegarias las nubes se abrieron y una luz incandescente iluminó el castillo de proa, revelando una figura gloriosa que según algunos, era el Espíritu Santo, mientras otros dijeron que era Dios. La figura se enfrentó con Van der Decken y le dijo que, ya que disfrutaba con los sufrimientos ajenos, de ahora en adelante sería condenado a recorrer el océano eternamente, siempre en medio de una tempestad, y provocaría la muerte de todos aquellos que le vieran. Su único alimento sería hierro al rojo vivo, su única bebida la hiel, y su única compañía el grumete, a quien le crecerían cuernos en la cabeza y tendría las fauces de un tigre y la piel de una lija (lo cual parece muy injusto para el pobre grumete quien, hasta aquí, no había tenido ningún papel independiente en la historia y, presumiblemente, sentía tanto temor ante Van der Decken como el resto de la tripulación). Sin embargo, con estas palabras la visión desapareció, y con ella todos los pasajeros y tripulantes. Van der Decken y el grumete quedaron abandonados a su destino.

Ésta es la versión clásica de la historia del Holandés Errante. Puede ser que se base en hechos, pero no hay acuerdo acerca de cuáles pudieron ser esos hechos. Una versión afirma que la historia deriva de la saga escandinava de Stote, un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto, cubierto con un manto de fuego, fue hallado después sentado en el palo mayor de una nave negra y fantasmal.

Otros creen que la historia es más reciente y sugieren que se originó en las aventuras de Bartolomeu Dias (c. 1450-1500), navegante portugués que descubrió el cabo de Buena Esperanza en 1488 y cuyas proezas marítimas llegaron a parecer sobrehumanas, según la biografía que escribió sobre él Luis de Camoes.

En adelante se ha convertido en el nombre dado frecuentemente a un buque creado por la fantasía y el temor supersticioso de sucesivas generaciones de hombres de mar. El Holandés Errante es en realidad el nombre de un buque creado por la fantasía de varias generaciones de marineros. Alerta sobre el quebrantamiento de la festividad del Viernes Santo, día en que el Señor permaneció enterrado en el santo sepulcro. La leyenda circula desde la época de los primeros viajes de descubrimientos. Los marinos a menudo ven visiones y escuchan sonidos que no parecen de este mundo. Gran parte de estas extrañas apariciones pueden ser actualmente atribuidas a fenómenos físicos perfectamente demostrables.

Como buena leyenda, la historia ha sufrido tantas variaciones y modificaciones como marineros de distintas nacionalidades han sido protagonistas de situaciones similares o simplemente por la habitual deformación que estas historias sufren al pasar de boca en boca a lo largo de los años. Tanto es así que el oficialmente llamado capitán Van der Decken, fue originalmente Van Straaten, posteriormente Van der Dechen o Van der Decken, y el más extendido: Bernard Fokke.

Avistamientos y distintas versiones de la misma leyenda
l 3 de agosto de 1942, el buque británico H.M.S. Jubileé se dirigía a su base en Simonstown, cerca de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) cuando sobre las 21:00h avistaron un antiguo buque de vela que parecía abandonado. El segundo oficial al mando ordenó al tercer oficial Nicholas Monsarrat realizar señales luminosas al buque, a fin de comprobar si alguien respondía. Pero nadie respondió.

A pesar de que el mar estaba en calma y de que no soplaba ningún tipo de brisa, el extraño buque de vela navegaba a todo trapo y además se dirigía hacia su posición. De hecho, se ordenó un cambio súbito de rumbo, puesto que la colisión entre ambos habría sido inevitable. Tras este breve encuentro, el buque desapareció.

El incidente fue recogido en el cuaderno de bitácora del Jubileé y el gobierno británico clasificó como secreto su contenido.

También en el bando germano se presenció lo que podrían haber sido encuentros con buques fantasma. Según el Almirante Karl Doenitz, algunas de las tripulaciones de sus U Boot habían avistado al famoso Holandés Errante precisamente muy cerca de Ciudad del Cabo. Ni que decir tiene que las infortunadas tripulaciones pensaban que tal avistamiento les proporcionaría mala suerte.

Sin embargo, el más famoso avistamiento del conocido buque fantasma se lo debemos al rey Jorge V de Gran Bretaña, quien en julio de 1881, mientras se encontraba a bordo del H.M.S. Bacchante pudo ver son sus propios ojos lo que anotó de su puño y letra en su propio diario:
”El día 11 de julio, a eso de las cuatro de la mañana, el Holandés Errante pasó por delante de nuestras narices. No tengo la menor duda de ello, puesto que el oficial de guardia en el puente de mando también fue consciente de que acabábamos de ver un buque fanstasma… […]

[...] Una extraña luz roja que se encontraba en lo alto del mástil, iluminándolo por completo, y el buque estaba tenuemente iluminado por candiles y linternas”.

Lo fascinante del asunto es que desde otros buques del escuadrón, como el H.M.S. Cleopatra y el H.M.S. Tourmaline, no menos de 30 tripulantes pudieron contemplar con estupor el fenómeno. Y algunos se preguntarán, ¿y cómo es posible que se haya tenido acceso al diario personal del rey Jorge?. Pues la respuesta es que con la ayuda del reverendo Neale Dalton, quien le instó a dar a conocer la historia que había vivido a través de una publicación titulada “El crucero del H.M.S Bacchante”, si bien antes de ponerse en circulación, las autoridades navales le echaron “un vistazo” para asegurarse de que no contenía errores.

Por supuesto existen otras historias de avistamientos, como por ejemplo una que nos narra el momento en que el conocido buque fantasma se adentró en Table Bay (Sudáfrica) y fue disparado [sic!] por el alguacil del pueblo, si bien no existe constancia escrita de ello. Otra historia nos narra el encuentro que mantuvieron en privado, en 1835, un tal R. Montgomery Martin y el mismísimo Van der Decken, para colmo a bordo mismo del buque fantasma….

Como ya se ha comentado, la historia habla de un duro e intrépido marino, que debido a su soberbia y desafío constante a las fuerzas de la Naturaleza, se ve obligado a pactar con el Diablo o simplemente es considerado un desafío inaceptable del poder religioso imperante, por lo que es condenado a vagar eternamente sobre la superficie del mar. Las leyendas sobre condenados a la vida eterna en el mar tienen su contrapartida en tierra en las leyendas del Judío Errante, Cartaphilus, Al Samiri (el hombre que hizo el becerro de oro), o la de Ashaver (el zapatero de Jerusalén).

La liturgia de Ashaver alimentó el mito en los países bañados por el Mar del Norte, donde surge la leyenda del castillo de Falkenberg, cercano a Alemania. En el viejo castillo de la provincia de Limburg, un espectro ronda por las noches y se oye una voz que grita entre las ruinas ¡Asesino, asesino! dirigiéndose al Norte, al Sur, al Este y al Oeste; y antes de que se escuchen los gritos, aparecen dos pequeñas llamas que le acompañan se gire hacia donde se gire. Hace seiscientos años que grita y durante todo ese tiempo las llamas le han acompañado.

El despechado de amor, Reginald, asesinó a su hermano y a su esposa y huyó al norte acompañado de una forma blanca a su derecha y una forma negra a su izquierda. Caminó hasta el límite de la tierra, y un barquero que luego desapareció, le condujo a bordo de un gran barco con las velas desplegadas. Seiscientos años lleva navegando esa nave sin timón ni timonel y durante todo ese tiempo han estado los dos espectros jugándose a los dados el alma de Reginald.

La versión alemana
Según una leyenda, El Holandés Errante se llamaba Bernard Fokke y era un marino que vivió en el siglo XVII, osado e inteligente, que fue capaz de vijar de Batavia a Holanda en noventa días. Se suponía que podía viajar tan rápido gracias a la ayuda del diablo y a los poderes mágicos del propio Fokke. Esta creencia se vio reforzada por el hecho de que Fokke era un hombre de constitución muy fuerte, muy feo y de carácter violento. Cierto día no regresó de uno de sus viajes y la gente dio en decir que el diablo había reclamado lo suyo. Se dijo que Fokke había sido condenado, por sus muchos pecados, a vagar eternamente en su barco desde el cabo de Buena Esperanza hasta el extremo sur de América. Todos los marinos del océano Indico aseguraban haberlo visto a él y a su tripulación, que consistía en tres ancianos de largas barbas. Tan pronto como alguien trataba de hablar con ellos, el barco desaparecía.


La versión francesa (s.XVIII)
El Voltigeur u Holandés Errante (La Volant Hollandais) envía borrascas, hunde barcos y hace perder el rumbo. Hay marinos que dicen que se atreve a visitar barcos que pasan cerca y que envía cartas que hacen volverse loco al capitán que las lea. Tiene el poder de elevar barcos y arrojarlos desde lo alto, así como de cambiar de aspecto a voluntad. Su tripulación está tan maldita como su capitán porque está formada por pecadores en grado extremo.

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