
El dueño lleva el coche al concesionario una y otra vez. Los mecánicos revisan el motor, aprietan todas y cada una de las tuercas y tornillos y lubrican todo lo que se mueve. Pero cada vez que el dueño se lleva el coche a la calle, el ruido vuelve a aparecer, tan audible como antes.
Al final, llevado por la desesperación, el dueo les pide a los mecánicos que demonten el coche por completo, pieza a pieza, hasta que den con el escuridizo ruido.
Cuando desmontan el panel de la puerta izquierda, descubren por fin el problema: En el interior de la puerta hueca hay una botella de Coca-Cola colgada de una cuerda. Cuendo el coche se mueve la botella se balancea y pega contra los paneles de la puerta. La botella está llena de tornillos, tuercas y piedrecitas..., y una nota: "¿Al final lo has encontrado, eh, millonario hijo de puta?".
Al parecer, esta historia se ha repetido en diversas ocasiones, con diferentes protagonistas, e incluso se dice que algunos dueños de Cadillac se han quedado con la botella y su contenido como recuerdo de este extraño incidente.
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