Los muertos vivientes del vudú


William B. Seabrook nació en 1886, en Maryland. Aunque se hizo periodista, la aventura era su verdadera vocación. En 1915 se enrola como camillero en la Primera Guerra Mundial y mas tarde, estando en nómina del New York Times, se embarca en una serie de viajes cuyas crónicas noveladas le reportan fama y grandes beneficios. Uno de sus relatos era La Isla mágica, donde cuenta sus vivencias en Haiti, y las revelaciones que le hizo una hechicera llamada Mamá Célie. De esa forma, el vudú y los muertos vivientes fueron dados a conocer en Estados Unidos y Europa.

El propio Seabrook describe su primer encuentro con un muerto viviente en estos términos:

"y lo que entonces vi, junto a lo que me habían contado (o quizás a pesar de ello), me produjo un tremendo shock. Lo peor eran los ojos. No eran imaginaciones mías. Eran verdaderamente como los ojos de un hombre muerto: no eran unos ojos ciegos, pero estaban fijos, desenfocados, sin visión. Toda la cara... parecía no sólo sin expresión alguna, sino incluso incapaz de adoptar expresión alguna."

El muerto viviente pertenecía a un granjero llamado Constant Polynice, el cual acababa de relatarle una de las muchas historias de muertos vivientes que salpican la isla. En concreto, el caso de Ti Joseph, el jefe de un poblado, que un buen día se presentó en las oficinas de empleo de la Compañía Haitiano – Americana del Azucar (HASCO), con un grupo de nueve hombres harapientos. No hablaban criollo ni francés, y no parecían tener muchas luces. Según su patrón, provenían de una región bárbara y remota, y por eso eran tímidos y rehuían el contacto. Hasta que se acostumbrasen, era conveniente mantenerlos apartados del resto de los trabajadores, pero por los demás, eran hombres fuertes y capaces. Las explicaciones de Ti Joseph convencieron al empleado de la HASCO, que los contrató a todos.

Pero Polynice le contó a Seabrook que el grupo, en realidad, estaba formado por muertos vivientes. Por eso Ti Joseph insistió en pedir que se mantuvieran lejos de otras personas. Temía que fueron reconocidos por parientes o amigos.

Dice la tradición vudú que si un zombie come carne o sal, se romperá el hechizo que lo mantiene con vida, y volverá inmediatamente al lugar que pertenece. A la tumba. Por ello, Ti Joseph alimentaba a su cuadrilla de muertos vivientes con un potaje de mijo sin sal, que les daba cada atardecer.

Pero una mañana, ciertos asuntos mantuvieron ocupado todo el día a Ti Joseph, y dejó que su mujer cuidara de los zombies. Esta tuvo la ocurrencia de llevarlos a una procesión religiosa, tal vez llevada por el remordimiento, pero ninguno de los muertos vivientes se dejó impresionar por el espectáculo. No hablaban, no eran capaces de mostrar ninguna emoción, sus ojos estaban perdidos. La mujer optó por consolarlos con unos pasteles que contenían cacahuetes. Pero no sabía que habían sido sazonados con sal. Al probarlos, los zombies despertaron de su letargo, y huyeron con grandes gritos de vuelta a su aldea. Fueron reconocidos por sus horrorizados vecinos, que los habían enterrado meses atrás, pero no se detuvieron a hablarles. Roto el hechizo, su carne empezó a degradarse y sólo tuvieron tiempo de alcanzar sus tumbas, antes de morir convertidos en una masa putrefacta.

Los habitantes de la aldea decidieron vengarse de Ti Joseph. Le tendieron una emboscada y le cortaron la cabeza.

A Seabrook no le impresionó demasiado la historia. Se refirió a los supuestos muertos vivientes en estos términos: “no eran más que pobres seres humanos dementes, idiotas, obligados a trabajar en los campos”.

Sin embargo, las creencias del vudú están tan enraizadas en Haití que es muy difícil abstraerse de la fascinación que produce.

El término zombie aparece con variante en muchos idiomas africanos. En congoleño significa “fetiche”. Según la tradición vudú, el zombie es una persona a quien un brujo denominado bokor le ha robado el alma menor o ti bon ange, justo en los momentos previos o sucesivos a la muerte. El zombie sigue vivo... hasta cierto punto. Come y respira, y su corazón sigue latiendo. Pero no recuerda nada de su vida anterior y toda su voluntad e inteligencia está sometida a su bokor. Por lo tanto, más que describirlos como “muertos vivientes”, sería más correcto hablar de autómatas humanos.

En Haiti, la creencia en el poder de los bokor es absoluta. Pocos haitianos desprecian el tomar medidas para evitar que sus familiares muertos puedan convertirse en zombies. No dudan en gastarse auténticas fortunas para cubrir las tumbas con pesadas losas, o en cavar las tumbas en espacios donde abunde el tránsito de personas, para impedir que el brujo disponga de la intimidad necesaria para completar sus oscuros rituales. También es habitual que se vele al muerto durante varias noches seguidas, para que la descomposición haga su trabajo y convierta al cuerpo en una herramienta inútil para un bokor .Los más radicales llegan al extremo de mutilar o destruir parcialmente los cuerpos. También abundan los remedios más ingenuos, como introducir grandes puñados de semillas en el ataúd, en la fe que el muerto se entretendrá contándolas si recibe la orden de levantarse de entre los muertos.

De hecho, la fe en el vudú es tan grande, que incluso ha sido instrumentalizado con fines políticos. Ya en 1791, cuando Haití era colonia francesa, un tal Boukman se valió de sus supuestos poderes para amedentrar a los soldados de la metrópoli y reunir un legión de seguidores. Boukman organizaba multitudinarios rituales donde se sacrificaban cerdos y los participantes caían en un trance frenético. A partir de ahí, se lanzaban a quemar las plantaciones de los colonos, y en muchos casos, llegaban al asesinato. Magia o no magia, los franceses no pudieron resistir la presión, y abandonaron la isla, que se organizó como república independiente.

Pero no es necesario mirar tan lejos en el tiempo para encontrar las profundas huellas del vudú en todos los ámbitos de la vida haitiana. El dictador François Duvalier se hacía llamar Papá Doc, y presumía ser un poderoso bokor. El control que no lograba con la fuerza bruta de las armas, lo conseguía valiéndose de las creencias de su pueblo.

El vudú también ha sido una importante fuente de ingresos para personas de toda condición social. Los rituales son vendidos como espectáculo a los turistas morbosos, o como fenómenos genuinos a los investigadores demasiado crédulos. Un antropólogo llamado Francis Huxley documentó uno de esos engaños. Un presunto hechicero elaboraba un complicado ritual alrededor de una tumba, y rescataba de su interior al muerto resucitado y dispuesto a cumplir sus órdenes. Se demostró que había un tubo de aire instalado en el ataúd para permitir respirar al cómplice del falso bokor...

Sin embargo, las historias sobre muertos vivientes han sido una constante. Todas hablan de personas que son encontradas vagando por las calles o los campos, aturdidas y prácticamente incapaces de hablar, que son reconocidos como familiares o amigos enterrados meses o años atrás.

Uno de esos casos ocurrió en los cincuenta, y lo resumo aquí a modo de ejemplo. Habla de una muchacha de la que se había enamorado de bokor, y que rechazaba todas sus proposiciones. El hechicero despechado decidió emplear la magia para vengarse, y la mujer no tardó en morir afectada por unas extrañas fiebres. Cuando se disponían a enterrarla, descubrieron que el ataúd era demasiado pequeño. Así que optaron por retorcerle el cuello para darle cabida. Los padecimientos del cadáver no terminaron ahí. Durante el funeral, un cirio le cayó encima quemándole el pie izquierdo.

Meses más tarde, se empezó a decir que el hechicero rechazado había sido visto con una muchacha, que se parecía demasiado a la muerta. Pasaron unos años sin que la familia decidiera comprobar los rumores. Pero entonces uno de los hombres de la familia la encontró haciendo tareas domésticas para el brujo. Y esa mujer presentaba el cuello torcido y la cicatriz de una quemadura en el pie izquierdo.

Las explicaciones racionales a este fenómeno ya existían en la época de William Seabrook. Un doctor llamado Antoine Villers, que llevaba muchos años ejerciendo en Haiti, le dijo al periodista y aventurero que era improbable que nadie hubiese resucitado. Pero no descartaba que, efectivamente, algunos delos zombies hubiera sido rescatado de la tumba.

La explicación, según Villiers, es que los hechiceros conocían toda suerte de sustancias, muchas de las cuales eran capaces de infundir un coma profundo, fácilmente confundible con la muerte. Un hechicero no tenía más que drogar a su víctima, dejar que sus atribulados deudos lo enterrasen, y luego esperar el momento oportuno para sacarlo de la tumba y de su letargo.

Los investigadores sugieren que muchas de esas drogas fueron importadas por los esclavos desde las costas de su Africa natal. En Ghana, por ejemplo, se practicaban unos cortes a los aspirantes de hechicero, en las cuales introducían una droga que los sumía en un prolongado coma. Al cabo de cinco días, se les administraba un antídoto para devolverles la conciencia.

Resulta bastante significativo que ese tipo de prácticas se contemplaran en el Código Penal haitiano:

"También se considerará intento de asesinato el empleo contra cualquier persona de sustancias que, sin causar una muerte real, produzcan un coma letárgico más o menos prolongado. Si, después de la administración de esas sustancias, la víctima ha sido enterrada, el acto será considerado asesinato, sin tomar en cuenta sus posibles consecuencias. "La sugestión también podría explicar el fenómeno. Las víctimas creen tan profundamente en el poder del hechicero, que se someterán a él para evitar las supuestas consecuencias de sus maleficios. Si por ejemplo alguien descubre que un hechicero intenta enfermarle, es posible que caiga en una profunda hipocondría que, efectivamente, refuerza su fe en el poder de la magia negra. Este proceso de derrumbe psicológico es muy similar al empleado por determinadas sectas para lavar el cerebro a sus miembros.


3 comentarios:

  1. este blog da miedo, pero es muy interesante.

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  2. este blog como a dicho el anonimo es muy interesante i da miedo. Pero lo que me pregunto yo esque porque tenemos que hacer vudú??
    y otra cosa:
    como se hacen las munñecas de vudú para los que te han echo mucho daño como a mi??
    porfavor escrivelo en el blog..
    bueno gracias por este blog tan interesante
    adios.

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